El concepto de “masculinidad” está cambiando

Si el feminismo fue la gran revolución del siglo XX, la transformación de los hombres podría ser una de las revoluciones sociales más importantes del siglo XXI. Esta cita proviene de Victoria Sau (1930-2013), psicóloga y escritora catalana, figura destacada del feminismo en España. En su libro *La reinvención de la masculinidad: Hombres y feminismo* , el autor español Josep M. Armengol utiliza esta idea para lanzar una obra que desafía siglos de normas de género.
Licenciado en Filología Inglesa y profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha, Armengol es una voz activa en el estudio crítico de las masculinidades —en plural, como él mismo subraya—. Para el autor, cambiar la definición de «ser hombre» no es solo una cuestión de justicia social, sino una oportunidad concreta para mejorar la vida de todos.
La obra, recién llegada a Portugal a través de Tinta-da-China, parte de una observación: durante décadas, la masculinidad dominante se construyó sobre la exclusión, una identidad definida más por lo que rechaza que por lo que propone. Este modelo, argumenta Armengol, no solo es limitante, sino también perjudicial. Desde la negativa a buscar atención médica hasta la represión emocional, desde la adhesión a discursos contrarios a la igualdad de género hasta la creencia en una "guerra entre hombres y mujeres", la autora establece una conexión entre la idea de una "masculinidad estándar" y sus impactos directos en la salud física, mental y política de los hombres.
En una entrevista con Observador vía Zoom, Armengol se muestra optimista. Redefinir la masculinidad puede beneficiar a todos, enfatiza. La respuesta reside en pluralizar las masculinidades, liberarlas de la lógica de la exclusión e integrarlas en el proyecto feminista. «Hay mucho que ganar si los hombres flexibilizan sus definiciones de género», recalca, en un momento en que la retórica de la extrema derecha, que presenta al feminismo como una amenaza, crece en Europa. Por lo tanto, enfatiza, la plena igualdad será imposible «sin la participación de los hombres en la causa feminista».

▲ Portada del libro "La reinvención de la masculinidad", de Josep M. Armengol, edición Tinta-da-China. Traducido por Rita Almeida Simões.
En las primeras páginas, argumenta que «ser hombre no es un concepto unitario». ¿Hasta qué punto es importante hablar en plural, en las llamadas «masculinidades»? Durante muchos años, la masculinidad se entendió como un concepto monolítico. Se hablaba de masculinidad en singular porque existía un único modelo hegemónico: el hombre blanco, heterosexual y de clase media. Este se consideraba el concepto universal; era "el" modelo de masculinidad. Esto implicaba que este modelo se tomaba como la norma, como el paradigma de la masculinidad. Así, todos los modelos de masculinidad se invisibilizaban. Me refiero a las masculinidades racializadas, homosexuales o de clase trabajadora. El modelo occidental, blanco, de clase media y heterosexual se consideraba el paradigma de la masculinidad. Pero, en realidad, este modelo se valía de otros modelos para reafirmarse. Básicamente, la definición de "masculinidad", en mayúscula y singular, se basaba en la negación. Era una definición negativa. Ser hombre significaba no ser mujer, no ser gay y no estar racializado. Por lo tanto, la construcción de la masculinidad se basaba en la exclusión de otros modelos de masculinidad. Desde la década de 1980, gracias al feminismo interseccional, el feminismo negro, etc., se comprendió por primera vez que la masculinidad heterosexual blanca era solo un modelo de masculinidad, pero no el único. Desde entonces, ha habido un número creciente de definiciones de masculinidad que incluyen a las personas de color, a los miembros de la comunidad LGBTQ, a la clase trabajadora, etc. Por eso ahora hablamos de masculinidades en plural.
Mencionaste la importancia del feminismo en esta reinvención de las masculinidades. En este libro, escribes: «La cuestión no es solo a qué privilegios deben renunciar los hombres en nombre del feminismo, sino también qué podemos ganar». ¿Qué beneficios concretos obtienen los hombres al participar en el debate feminista? Es una gran pregunta. Para muchos hombres hoy en día, existe una ideología antigénero en Europa, y está en auge. Todo el discurso de la extrema derecha habla de las mujeres y del feminismo como el enemigo. Dicen que intentan robarles los derechos a los hombres y que los hombres son las nuevas víctimas del feminismo. Dicen que hay una guerra entre hombres y mujeres. Básicamente, la idea que quería defender en el libro es que, tradicionalmente, los hombres han considerado el feminismo como algo que va en su contra, que intenta arrebatarles sus privilegios. Pero lo que argumento es que hay ciertos privilegios que los hombres deben renunciar en nombre de la igualdad, basándome en un imperativo ético: el derecho a que la igualdad sea necesaria y justa. No se trata de quererlo; se trata de que tienen que renunciar a ciertos privilegios en nombre de la igualdad. El problema es que esto no convence mucho a los hombres, quienes lo interpretan como una pérdida de privilegios y, por lo tanto, que el feminismo es negativo para ellos. Pero lo que sostengo en el libro es que también pueden ganar mucho si abrazan el feminismo.
¿Como? La propia definición de masculinidad es muy negativa, se basa en la negación de que ser hombre no es ser mujer, no ser visto como femenino, no ser visto como gay…
Todavía decimos que “el hombre no llora”. Exactamente. En España decimos lo mismo: « Un hombre no llora ». Esto, obviamente, es muy negativo para los hombres, a quienes no se les permite expresar sus emociones. Cualquier signo de vulnerabilidad, cualquier signo de emoción, se considera femenino y, por lo tanto, algo que debe reprimirse, ya que ser femenino es inferior, según las definiciones tradicionales y patriarcales de masculinidad. Obviamente, esto causa todo tipo de problemas psicológicos y de salud mental. Otro ejemplo es el sentimiento de competencia: los hombres deben competir constantemente con otros, especialmente para demostrar que son «hombres de verdad», que no son «como las mujeres», que son superiores. Esto ejerce mucha presión sobre los hombres. Sabemos, por ejemplo, que la esperanza de vida media es 10 años inferior a la de las mujeres. Sabemos que esta definición de masculinidad —autosuficiente, individualista, autónomo y no dependiente— hace que los hombres acudan al médico con mucha menos frecuencia. Todo esto afecta a su salud física y mental. Esto les impide tener una vida más plena como seres humanos, no solo como hombres. La represión emocional tiene consecuencias tanto físicas como emocionales. Cambiar la definición de masculinidad, abrazando la igualdad y el feminismo, hace a los hombres mejores personas, mejores esposos y mejores parejas. Hay mucho que ganar si los hombres flexibilizan estas definiciones de género.
observador